Hola a todos:
Con los jaleos de la rutina diaria, no llegué a escribir un artículo sobre mi incorporación al colegio San Cristóbal, en el que he completado este tercer trimestre del curso 2024-2025, pero no quería dejar de hacerlo, aunque sea al mismo tiempo que mi despedida, por muchas razones, como vais a ver…
Lo primero, debo decir que ha sido un trimestre intenso, mucho, porque pasaba de impartir la clase de Inglés a 12 grupos de Infantil en el colegio El Greco, a impartir también la lengua Inglesa, pero a un grupo de 1º de Primaria, a dos de 5º, a dos de 6º y a un grupo de Infantil de 3 años en este cole. Sin duda ha sido todo un reto, que he afrontado, como siempre, con optimismo y trabajo, tras lo que me he sentido satisfecho, aunque literalmente agotado por el cansancio acumulado.
He sido tutor de uno de los dos grupos de 6º, que a estas alturas de curso, estaban, lógicamente, más pensando en las vacaciones que en otra cosa. Los maestros también lo estábamos, ¡para qué nos vamos a engañar! Pero he tenido tiempo suficiente para encariñarme con mis alumnos, especialmente los de mi grupo, a pesar de su incipiente “muralla defensiva” ante este maestro que les ha tocado en suerte, de nuevo, por cosa del azar o, mejor dicho, del destino, al que le encanta darme cierto tipo de sorpresas, jugando eternamente con las coincidencias de mi vida…
Me explico. El hecho de que el colegio se llame San Cristóbal, como el humilde y querido barrio de Madrid en el que me he criado y vivo, no es realmente una coincidencia, porque lo elegí yo, entre los colegios que aparecieron ofertados el día que causaba baja en el Greco. La coincidencia, sí podría ser, no obstante, el hecho de que allí hubiera una vacante, precisamente en este momento. El San Cristóbal es un colegio muy particular. Se encuentra situado junto al metro de Canal, muy cerca de los Teatros del Canal, y forma parte de una gran urbanización de viviendas, donde habitaban los trabajadores del Parque Móvil de Madrid, y ahora viven una gran cantidad de las familias de los alumnos del colegio.
La urbanización, aunque privada, está abierta al público e incluye una plaza muy acogedora, donde mi mujer y yo nos sentábamos hace años a hacer tiempo, mientras nuestra hija ensayaba en los Teatros del Canal con el Coro de Pequeños Cantores de la JORCAM. Bonitos recuerdos :-) Al fondo de esta plaza hay una iglesia, franqueada por dos edificios del colegio, aunque, a día de hoy, sólo está operativo el de la derecha, que es donde teníamos todas las clases.
Por si fuera poco, hace unos días revisando las ya viejas instantáneas que tomé durante mis estudios de Bellas Artes, para la asignatura de Fotografía, me encontré con un reportaje fotográfico sobre "rincones cotidianos" de nuestra ciudad, en los que su ignorada belleza podía pasar desapercibida a ojos de los transeúntes, pero que yo me había empeñado en sacar del anonimato con el susodicho reportaje... Mi esfuerzo contribuyó a que aquel curso obtuviera la calificación de Matrícula de Honor en la asignatura, y una de las fotos que formaban parte de aquel conjunto y que yo tenía injustamente olvidada era este pequeño rincón de la Plaza del "Sancris" (como la llamaban mis alumnos de 6º), en la que este trimestre he pasado junto a ellos muchos minutos durante los recreos. Aquí podéis ver la fotografía:
Mi mujer y yo pasamos mucho por
allí. Yo siempre había pensado en intentar trabajar alguna vez en
este colegio, y ahora había llegado el momento; precisamente ahora.
Pero antes de seguir, y contaros esta nueva “jugada del destino”
hacia conmigo y mis alumnos, tengo que hacer un inciso para
remontarme a mi primer colegio: el CEIP Marqués de Marcenado, donde
empecé a trabajar como maestro en el curso 2013-2014, al poco de
terminar mis estudios de Magisterio.
En aquella ocasión, para empezar a trabajar antes, me había apuntado a los llamados “puestos voluntarios”, que incluían, por ejemplo, las jornadas parciales. Así fue como comencé en esta bonita profesión, yendo sólo a las clases de la tarde, de 14:30 a 16:00 h., a cumplir con 1/3 de jornada. El sueldo no iba a ser muy alto, lo sabía, pero por lo menos era una buena forma de empezar, poco a poco, a familiarizarme con el trabajo. Ese año, entre las clases que impartía, tenía un grupo de Infantil a los que daba algunas sesiones de Inglés. Su tutora se llamaba Marisa y hablábamos bastante. Me dio muchos consejos, que me vinieron muy bien en aquel mi primer curso y, además, se daba la circunstancia de que su pareja había sido profesor en la facultad de Bellas Artes cuando yo estudiaba allí. No había sido profe mío, pero sí que le recordaba, lo que también dio pie a ampliar mis conversaciones con Marisa y a mantenerla en mi recuerdo después de aquel curso. Como maestra de Infantil en un colegio de Madrid, tenía como algo atípico su peculiar acento, ya que era Argentina. Y dicho esto, volvemos al presente…
Con motivo de sacar fondos para un viaje de fin de etapa que estaban preparando mis alumnos de 6º, realizaron un espectáculo multidisciplinar en un centro cultural de la zona, al que asistí encantado. El espectáculo estuvo genial, y fue una grata sorpresa descubrir los talentos “ocultos” o “disimulados” de algunos de mis alumnos, por lo menos hacia conmigo; pero lo que para mí resultó una sorpresa inesperada, fue que mientras esperábamos el comienzo de la función, de repente escuché entre las conversaciones y saludos de los espectadores una voz que me resultó tremendamente familiar… Me di la vuelta y ante mi perplejidad vi que era mi excompañera Marisa, tal como la recordaba, aunque con el pelo más canoso por el paso de los años, como me sucede lógicamente a mí. Claro, pensé ¿qué hacía allí? Pues bien, resulta que Marisa unos años después de que coincidiéramos, había dejado el colegio Marqués de Marcenado y había venido al San Cristóbal, al parecer más cerca de su domicilio. Y aquí viene la tremenda casualidad… no sólo había sido la maestra de mis alumnos de 6º durante los tres años de Infantil, sino que después se había pasado a Primaria y había continuado siendo su maestra en los cursos de 1º y 2º :-) Sin duda había sido una bonita jugada del destino, ya que yo iba a cerrar como maestro la etapa de Primaria de los mismos niños que habían iniciado su andadura escolar con ella como maestra; la misma maestra con la que yo mismo había coincidido y había iniciado, años atrás, mi andadura profesional en la profesión más bonita del mundo.
En definitiva, como decía, una muestra más de lo “juguetón” que se ha mostrado siempre el destino hacia conmigo y mi familia…
Poco más tengo que añadir. Profesionalmente, ha sido otra buena experiencia, con alumnos queridos a los que me costará olvidar y con otra buena cantidad de excelentes compañeros, con los que he tenido la suerte de coincidir.
Saludos para todos y ¡Feliz Verano!
