Como decía José Mota en su popular programa de televisión: “¡Cómo
están las cabezas!”. Recientemente hemos podido ver y escuchar en Madrid a
Ignacio González, presidente de nuestra Comunidad, afirmando que cualquier
licenciado debería poder optar a ser maestro. Parece ser que la propuesta parte
de nuestra consejera de educación, Lucía Figar y, por si no fuera suficiente, ha
sido respaldada posteriormente por nuestra ex-presidenta, Esperanza Aguirre.
Afortunadamente, tanto desde el ministerio como desde las distintas facultades
de educación de nuestra región, se han manifestado “absolutamente en contra”.
Por supuesto, no es mi intención politizar sobre este tema, como
se está haciendo por ahí. Las cabezas pensantes de uno y otro lado, hablando,
claro está, de los dos partidos mayoritarios, han demostrado reiteradamente su
falta de acierto, e incluso de sentido común, a la hora de tomar decisiones
importantes sobre educación.
Lo que quiero aclarar en este breve artículo es en qué
consiste estudiar Magisterio. No se trata de estudiar contenidos de Educación Primaria,
aunque en algún caso sí formen parte del currículo, sino, sobre todo, de estudiar
cómo preparar e impartir esos contenidos a los niños. Estamos hablando de formación en docencia. Antes eran tres cursos
completos de formación didáctica, teórica y práctica, y ahora, al pasar a
Grado, dicha formación ha pasado a ser de cuatro cursos. Los contenidos en sí, no
siendo difíciles, ni se los sabe, ni se los tiene porqué saber de memoria
ningún maestro. Lo que tiene que hacer es prepararse las clases con
responsabilidad y suficiente anticipación, como cualquier otro docente, del
nivel educativo que sea, se ha de preparar su trabajo.
Hasta hace pocos años, la preparación para poder impartir
clases en Secundaria, el conocido CAP, se obtenía mediante una especie de
cursos intensivos con apenas unos muy breves períodos de prácticas.
Evidentemente, viendo la “evolución” y resultados de nuestro sistema educativo,
a partir de la Enseñanza Secundaria, no es una preparación que haya demostrado
ser suficiente. Uno puede ser el mejor licenciado en Matemáticas, Historia o
Lengua del mundo y ser un pésimo docente y, por supuesto, todo lo contrario.
Las cualidades docentes, además de llevarlas en gran medida dentro, es
indudable que también hay que prepararlas.
Con el actual Máster que tienen que hacer los licenciados y
graduados para optar a ser profesores en Secundaria, tampoco ha cambiado mucho la
cosa. ¿En qué cabeza cabe pensar que por el hecho de ser licenciados o estar
especializados en un grado concreto van a impartir mejor las asignaturas que
maestros con tres o cuatro años de formación en docencia? Por supuesto que
sabrán más de su especialidad, pero insisto en que los contenidos de Primaria,
siendo importantes, son mucho más sencillos que todo eso y lo único que ha de
hacer el maestro es trabajar y preparárselos con responsabilidad día a día.
Luego, lo hará o no, al igual que ocurre día a día en nuestros colegios e institutos, con
estupendos y trabajadores docentes, frente a otros que son todo lo contrario. Es una cuestión de responsabilidad. Lamentablemente, en mi modesta opinión, éste es el verdadero problema de
nuestra educación en todos los niveles: la falta de vocación y entrega en una
de las profesiones que más necesitan de ellas.
En definitiva, si se quiere mejorar la calidad de la Educación
Primaria, habrá que trabajar muy duro en una mejor preparación de los
estudiantes de Grado en Educación Primaria e Infantil, y en la formación continua
de los actuales maestros. Supongo que no será un trabajo fácil, ni a gusto de
todos, pero lo que me parece realmente absurdo es pensar que la solución pasa
por contratar como maestros a titulados en otros grados y especialidades, que poco o nada tienen
que ver con la educación, por muy buenos estudiantes que hayan sido en sus
carreras.