Hoy quiero presentaros
a Marvil el marciano. Un nuevo amigo, que nos acompañará a lo largo del curso y
nos ayudará en la presentación y desarrollo de cada una de las unidades
didácticas de la asignatura de inglés. Como veis, estoy escribiendo en español,
porque sé que algunos de vuestros padres y madres no entienden el precioso
idioma de los Beatles y el Dr Who, y me gustaría que, al menos en estos
primeros artículos de presentación, pudieran llegar a conocer a Marvil tan bien
como vosotros.
Éste es Marvil. Sí, no es verde, ya lo sé, tampoco tiene por
qué serlo, aunque nos hayan hecho pensar que todos los extraterrestres tienen
que ser verdes. Pues no. Aquí tenéis la prueba. El verde es sólo un estereotipo
que, como tantos, tenemos que superar, porque el color es siempre lo de menos.
Es más, ¿conocéis a los camaleones, que cambian de color? Pues Marvil es igual.
Según su estado de ánimo, o incluso de su momento de inspiración, Marvil puede
adoptar cualquier color que le plazca. El que sea. Además, Marvil es un
apasionado artista y amante del Arte; un auténtico maestro a la hora de mezclar
y combinar colores. Ya le conoceréis mejor, pero os voy a introducir un poco su
historia…
El origen de Marvil
Marvil nació hace más de tropecientos años; y esos son
muchos, muchos años. Nació cuando aún había vida en Marte, que era un planeta
verde y precioso, lleno de vida y de luz, hasta que los habitantes del planeta
hicieron exactamente lo mismo que estamos haciendo nosotros con nuestra hermosa
Tierra; la destrozaron, poco a poco, pero irremediablemente; arrojando
desperdicios sin control, contaminando continuamente sin respetar el
medioambiente… hasta que se fue transformando en el inhóspito y desierto
planeta rojo que ahora conocemos. Sí; ¡muy triste! :-(
Pero al menos, hubo tres afortunados, como Marvil, que pudieron ser
evacuados a tiempo en las únicas tres pelotas espaciales que se fabricaron.
Habría sido uno de los mejores y más divertidos avances científicos marcianos;
ni vuelos supersónicos ni gaitas. La clave estaba en el “bote-rebote-rebotado”.
El tatardabuelo de Marvil, que se llamaba como él, había sido su inventor…. pero cuando lo quiso patentar, no
le hizo caso ni su madre, Carmeneitor.
–desde luego, hijo, siempre estás haciendo el tonto –le dijo
la buena señora.
Por cierto, no os había dicho que los marcianos tardaban varios
siglos en tener hijos, y de ahí lo de “tatardanietos” :-)
El viaje desde Marte
Volviendo a nuestro curioso inventor… el imaginativo
científico dedicó miles de años a construir las tres pelotas espaciales, invirtiendo
su propio dinero, porque nadie en el planeta apoyó su invento. Hasta que, antes
de que la vida allí se hiciera insoportable, convenció a su tatardanieto Marvil
y a dos de sus amigos para que huyeran del planeta con tiempo suficiente, cada uno con su pelota viajera monoplaza. Él ya
estaba muy mayor para viajes de más de 10.000 años y su familia se había
refugiado en el interior del planeta, dónde aún siguen viviendo unos cuantos
miles de marcianos. No se lo digáis a los americanos, por favor.
Y ¿cómo funcionaban las pelotas espaciales? ¡Pues muy sencillo! Se
lanzaban a toda velocidad, desde el lanzador de pelotas espaciales (¿cómo si
no?), contra algún planeta cercano e iban rebotando de uno a otro hasta que la
pelota se pinchase. El viaje de Marvil duró cientos de siglos y, aunque parezca
sorprendente, el primer bote había sido en la tierra, en la cabeza de algo
parecido a un dinosaurio. ¡Pobre! Con el tiempo, Marvil descubrió que es el megaterio
que está en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Aún se le ve el chichón. Total, que después de
muchos botes y rebotes rebotados en cientos y recientos de planetas, la pelota cayó de nuevo en la Tierra, donde
quedó desinflada para siempre en un pequeño valle de Cercedilla,
en la Sierra de Madrid, donde, al parecer, hace muchos años había un campamento juvenil.
Marvil, el artista suertudo
Como los marcianos vivían miles de años, tenían mucho tiempo
para aprender y perfeccionarse en aquello que les gustaba, y más en un viaje
tan largo en el que tenían que combatir el aburrimiento. En realidad, nunca se
aburrían. ¿Cómo se iba a aburrir Marvil con la cantidad de libros, pinceles y
material artístico auto-regenerable y comprimible que tenía en la pelota
espacial? Porque Marvil, como he dicho, era todo un artista; y, además, con
suerte…
He dicho que podía cambiar de color, pero lo que no había
dicho es que también podía cambiar de forma. Eso sí, no lo hacía salvo que
fuese necesario. No le gustaba. Así que adoptó la forma de una persona que
había visto en la portada de una revista y se subió en el primer tren que
encontró en la estación de Cercedilla. Acabó en la estación de Atocha y no le
dejaron en paz en todo el camino.
¿Quién sería ese tal Sergio Ramos de la revista? – se preguntó.
De Atocha, se dirigió al parque del Retiro. Lo hizo por
intuición. Y, la misma intuición, le hizo encontrarse con un pequeño maletín abandonado
entre unos árboles. Entonces lo abrió y quedó maravillado. En su interior había
unas cuantas reproducciones de obras de Arte que le dejaron impresionado. Jamás
había visto tanta belleza y perfección. Eran sólo reproducciones, aparentemente
sin valor, pero para él eran un auténtico tesoro que tenía que compartir. Y,
entonces, levantó la cabeza y me vio; nos vimos y nos hicimos amigos
rápidamente. Yo venía de pasar un rato agradable en el Museo del Prado y
descubrimos que teníamos muchas cosas en común.
Y ahí empezó todo…
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