domingo, 25 de agosto de 2019

Un sistema de oposición claramente injusto


Antes de terminar el verano, quería escribir sobre las recientes oposiciones a maestros en la Comunidad de Madrid, y reconozco que es una pequeña o gran forma de desahogarme por lo que considero que ha sido un proceso totalmente injusto. Pero no sólo según mi punto de vista, sino según la mayor parte de los opositores, como quedó reflejado en los grupos de Facebook y otros medios en las semanas posteriores a las distintas fases de la oposición. Lógicamente, algunos de los compañeros que han conseguido la tan ansiada plaza, ahora tal vez piensen lo contrario y no tienen por qué manifestarse. No soy yo quien se lo vaya a recriminar, porque seguro que la mayor parte de ellos se merecían lograrlo, tanto como el que más. La misma subjetividad y el mal planteamiento de las pruebas que otras veces les habían perjudicado, esta vez les han podido favorecer; sencillamente eso. Pero no por eso dejan de merecer su plaza, por todo lo que se han esforzado, sin duda, para conseguirla.

En éste, mi desahogo personal, además de explicar cómo llegué a la que considero la profesión más bonita, necesaria e importante del mundo, como es la de ser Maestro, voy a contar lo que yo he percibido y experimentado directamente en este último proceso de oposiciones, a sabiendas de la dificultad de ser objetivo en un tema tan delicado y en el que, de nuevo, todos nos jugábamos tanto.

En mi caso, era la sexta vez que me presentaba, siempre por mi especialidad, la de Lengua Inglesa, desde que concluí mis estudios de Magisterio en el año 2011. Como sabéis los que me conocéis, comencé Magisterio ya con 45 años, después de una larga y variada vida profesional, en la que en los últimos cuatro años, también de forma tardía pero igualmente vocacional, me había dedicado a la docencia como profesor del Plan FIP (Formación e Inserción Profesional) de la Comunidad de Madrid. Como tal, impartí más de 2700 horas lectivas en 3 especialidades: “Diseño de Páginas Web”, “Diseñador Web y Multimedia” y “Técnico Auxiliar en Diseño Industrial”. Incluso me había estrenado como docente impartiendo un curso de formación a unos 20 maestros del colegio de mi hija; de esos cursos que a los maestros y profesores les sirven, además de para formarse, para conseguir créditos para sexenios y otros menesteres pero que, paradógicamente, a mí no me pueden aportar puntos en ningún apartado. Volviendo al Plan FIP, para entrar en las correspondientes bolsas, y acceder a trabajar, exclusivamente como interino (no existía la posibilidad de pasar a ser funcionario), había que superar las correspondientes fases de concurso-oposición, en cierto modo similares a las de Magisterio, pero mucho más realistas y justas con los opositores. En la fase de concurso, se valoraba la formación especializada y la experiencia en las profesiones a impartir; los cursos “presenciales” de formación ocupacional realizados, también relacionados con la materia y, por supuesto, la experiencia docente (en éste último apartado, no pude sumar inicialmente ningún punto en ninguna de las especialidades porque, hasta entonces, nunca había trabajado como docente). Por otra parte, la fase de oposición, consistía en presentar y explicar una unidad didáctica, elegida y preparada con antelación, de forma libre, de entre todas las del temario; pero había que hacerlo de una forma práctica, real, como si los miembros del tribunal fueran nuestros alumnos, sin perdernos en temas legislativos ni en justificaciones teóricas… Algo de lo que siempre estaré orgulloso es de que, a pesar de mi falta de experiencia y puntos, por no haber impartido nunca clases hasta ese momento, superé las distintas simulaciones docentes de forma sobresaliente y me coloqué directamente en el quinto puesto en las respectivas bolsas.

Certificado de Calidad DocenteDespués, una vez dentro de la bolsa, al terminar de impartir cada curso, éramos evaluados tanto por nuestros alumnos como por los coordinadores de los cursos, sin olvidar que el objetivo principal era que los estudiantes saliesen preparados para optar a puestos de trabajo especializados, o incluso que se colocasen antes de terminar, pues algunos cursos eran de bastante duración. Con esas evaluaciones periódicas se actualizaba nuestra puntuación y conseguí el “Certificado de Calidad Docente”, por los resultados obtenidos, expedido por la Consejería de Empleo y Mujer de Madrid.

Tras ese proceso de evaluación continua y acumulación de puntos por experiencia, cuando la Comunidad de Madrid decidió privatizar los cursos y se paralizó la bolsa en el año 2008, yo ocupaba ya el puesto número 1 de Madrid en las dos primeras especialidades y el número 3 en la otra. ¿Qué por qué cuento esto? Por si alguien lo piensa, no, no es para fardar (aunque todos sabéis lo difícil que es ser el número 1, de "lo que sea", en una ciudad como Madrid) sino para explicar y justificar, como decía, de dónde vengo y cuál era mi relación con respecto a la docencia cuando empecé a ilusionarme con la idea de ser maestro y aportar mi experiencia y conocimientos a nuestra bella profesión. Había convertido el uso apropiado y eficaz de los recursos didácticos y la motivación constante de mis alumnos en mis mayores fortalezas. Pero entonces, para ser Maestro de Inglés, no me bastaba con mi licenciatura en Bellas Artes, ni mis otros estudios; necesitaba, claro está, estudiar Magisterio y formarme en la Escuela de Idiomas, así como aprobar el CAE de Cambridge, para poderme habilitar como maestro bilingüe. A mis 45 años, daba un poco de vértigo todo esto, pero lo hice, no con poco esfuerzo, pero con una gran motivación, y aquí estoy, con seis años ya de experiencia como maestro de inglés, feliz en cada curso e ilusionado siempre para el siguiente.

En este contexto, me presenté de nuevo a las oposiciones de este año en Madrid, motivado por el gran número de plazas, a pesar del cansancio de seguir estudiando a mis 56 años. Y es aquí cuando empiezo a comentar las pruebas de la oposición, por la frustración ante un sistema tan tremendamente injusto:

·     * La primera fase (de Conocimientos) se divide en dos partes: A (Prueba Práctica) y B (Temario). A su vez, la prueba práctica, se divide en otras dos: A1 (Prueba Común),  con un 21% de la nota final de esta fase, en la que se nos evalúan los contenidos de Matemáticas y Lengua, y que es, o debería ser, asequible para todos nosotros que, en un momento dado, también podemos necesitar impartir estas materias en el colegio.

Además, tenemos la parte A2 (Ejercicio Práctico), que, con toda la razón del mundo, ha vuelto a ser una de las más polémicas, con un 49% de la nota total de esta primera fase. Se trata de una prueba práctica de inglés, totalmente disparatada, mal planteada y peor desarrollada, muy por encima del nivel necesario para impartir nuestro trabajo ya que, al completar nuestra formación como maestros de inglés, salimos oficialmente con un nivel B2. Es cierto que una gran cantidad de maestros de mi especialidad estamos habilitados y poseemos el C1, pero en ningún caso es ésta una oposición sólo para maestros bilingües. Por si esto fuera poco, ya no es que algunas partes de la prueba, como la estructura y preguntas del Listening o el Reading tengan nivel de C1, sino que lo superan con creces, hasta un nivel de C2, según el criterio de compañeros y profesores nativos, expertos en el tema, que se han pronunciado al respecto. Vamos, una auténtica aberración, hecha simplemente para filtrar y que ha dejado fuera a muchos de los mejores y más preparados. Yo pasé esta prueba, probablemente con un poco de fortuna, pero no por eso me considero, ni de lejos, mejor maestro que algunas de mis compañeras que ni siquiera han tenido la oportunidad de demostrar su valía en la segunda fase.

Por otro lado, en la parte B, relativa al temario, tenemos que desarrollar uno de los temas de entre 3 sacados al azar de los 25 temas del temario. Esta parte supone un 30% de la nota de esta fase. Aquí volvemos a depender mucho de la suerte, pues independientemente de lo bien que lo lleves preparado y aunque creas que lo has hecho bien, la subjetividad del tribunal te puede tirar todo el trabajo por tierra. Yo, por ejemplo, quitando esta vez, en la que he conseguido una muy buena puntuación en el tema, de las cinco oposiciones anteriores, la vez en la que creía haberlo hecho mejor es precisamente en la que saqué mi peor nota; nunca llegué a entender por qué.

Al final, como he ido diciendo, reconociendo que esta vez la suerte había caído de mi lado en este sistema tan arbitrario, conseguí una excelente calificación de 6,9 en esta primera fase, siendo mi nota la 4ª de 59 en mi tribunal. Podéis imaginar mi alegría y optimismo. Sabía que me quedaban unos días muy duros para ultimar la defensa de la programación y de la unidad didáctica, pero siempre pensé que si alguna vez podía superar esta primera fase, más teórica, no tendría ningún problema en aprobar la siguiente. Nadie se conoce mejor que uno mismo y, si conseguía llegar preparado, como hice, me iba a encontrar como pez en el agua frente al tribunal, transmitiendo toda mi motivación y haciendo un gran papel, como ya había hecho en dos ocasiones 14 años antes, cuando no contaba con ninguna experiencia docente. Pero no… Nada más lejos de la realidad. Voy a resumir pues la segunda fase:

·      * Esta segunda fase, consta de dos partes: en la primera, tienes que defender tu Programación Docente durante 20 minutos y en la segunda, tienes que hacer lo propio con una Unidad Didáctica de tu programación, durante 30 minutos más, de entre tres extraídas al azar.

Para empezar, la defensa de la Programación, la expuse de forma muy correcta sin exceder el tiempo, abordando todos los puntos y sin que me hicieran ninguna pregunta. Siguiendo sus indicaciones, pasé así a la defensa de la Unidad Didáctica que, casualidades del destino, era la que mejor llevaba preparada (podéis imaginar mi satisfacción). En este caso, a pesar de los nervios iniciales en la parte inicial, más teórica, que me hizo perder un poco la fluidez y la organización durante un par de minutos, poco a poco me fui encontrando cómodo y satisfecho, hasta terminar, respondiendo, positivamente, a una única pregunta que me formuló una de las maestras del tribunal…

Los que ya sois funcionarios, ¿recordáis como os sentisteis  el día que os confirmaron que habiais aprobado la oposición? Pues así me sentí yo, por adelantado, cuando salí del aula. Sentía que lo había hecho muy bien y estaba eufórico, aunque mi prudencia y experiencia de lo que es la vida, me hacía dejar todo en el aire cuando amigos, compañeros o familiares me preguntaban. Yo estaba convencido de haber aprobado también esta fase,  como mínimo con un 7, siendo exigente y analizando los criterios de evaluación uno por uno, siempre planteando las posibilidades más desfavorables para “curarme en salud”. Como pude comprobar después, los criterios están muy claros y los debía haber superado con creces. Pero no, en los tribunales puede haber personas que no siempre se molestan en seguir los criterios de evaluación, como debería ser su obligación, no sólo legal, sino también moral. Sería maravilloso, ya no sólo que dieran explicaciones personales a los opositores cuando reclaman un suspenso, sino que toda esta segunda fase fuera grabada en vídeo. Pero de nuestra actuación no queda nada que podamos usar en nuestra defensa. Las notas que supuestamente toman durante la defensa no serían suficientemente imparciales y objetivas, y no queda ninguna prueba eficaz de lo que has hecho para reclamar hasta donde hiciera falta. Cuando vi que me habían calificado la primera parte con un 4,96 y la segunda con un 2,12, no me lo podía creer. Volví a analizar los criterios uno por uno, pero me ratifiqué en mi autoevaluación inicial; mi nota de esta fase no podía bajar del 7. A continuación podéis ver en el siguiente enlace los criterios de evaluación de esta segunda fase: https://drive.google.com/open?id=1ybMeACIwL2zGCkLwUi9E_m_9unRj9jiS

Pensé incluso que se podían haber equivocado y, educadamente, me dispuse a presentar una reclamación desde la aplicación oficial. En estos casos, siempre hay que cuidar muy bien el lenguaje utilizado y lo hice, pero mis “perfectos” 15 renglones iniciales y necesarios, se tuvieron que quedar en 4 o 5 que, de forma casi telegráfica, servían para muy poco. Da la sensación de que pusieran estas limitaciones en la aplicación para dificultar o incluso imposibilitar nuestra defensa. Para colmo, en la aplicación no responden nunca personalmente a las reclamaciones. Esto, concretamente, no creo que sea culpa de los miembros del tribunal, sino de quienes han planeado y desarrollado la aplicación, que se piensan que advirtiéndolo en la página es suficiente.

Pero  entonces, ¿qué pudo pasar? Sé que puedo parecer prepotente al descartar que lo hiciera fatal, pero es que nunca me habían fallado mis sensaciones a este nivel. Son ya muchos años y experiencias y sólo se me ocurre pensar en cuestiones subjetivas. Creo recordar que fui el último que se examinó el primer día por la mañana, justo antes de que se fueran a comer los miembros del tribunal, probablemente cansados. Durante la defensa, pude constatar el entusiasmo de, al menos, dos personas del tribunal, según iba avanzando y cada vez que iba aportando ideas novedosas e interesantes, pero no fue así con otras dos que me dio la sensación de que se ponían a la defensiva (no entendía por qué). A lo largo de los años, me habían advertido de esta posibilidad. Me habían dicho que destacar tus virtudes o tu formación en la defensa era un arma de doble filo, pues te podía llevar a un sobresaliente o a un suspenso en función de que le cayeras bien o mal a un tribunal, si no se molestaban en tener en cuenta pormenorizadamente los criterios de evaluación. En estos casos, al contrario de lo que pasa con la prueba escrita, de la que quedan copias y se podría reclamar hasta el final, estamos totalmente en sus manos.

Quien me conoce sabe que, aunque me gusta hablar de las cosas que he hecho y compartirlas con mis alumnos y compañeros, siempre lo hago con tanto entusiasmo como humildad. En este sentido, puede que cometiera dos errores, que sin duda volvería a cometer, pues en ambos casos lo consideré necesario y algo positivo. Para entender el primer “error” al que me refiero, debo decir que cada una de mis unidades didácticas está basada en una obra de Arte, en un cuadro del que extraer el vocabulario principal de la unidad. En un momento dado dije que, además de Maestro era Licenciado en Bellas Artes y que me había entusiasmado la idea de basar las unidades didácticas en obras de arte para preparar mi programación. No lo dije para alardear de tener otra carrera (hoy día, muchos compañeros, tienen otros grados o licenciaturas), pero por la cara que pusieron los dos miembros del tribunal mencionados, me dio la sensación de que pensaron: “ya está aquí el listo éste, presumiendo de que no es sólo maestro”. Nada más lejos de mis intenciones, como ya he explicado. En esa línea, tal vez el segundo “error”, fue cuando, hablando del uso de las TIC y enfatizando la utilidad de las aplicaciones multimedia para nuestros alumnos, como nativos digitales que son, consideré muy adecuado (y tampoco me voy a arrepentir) decirles que como diseñador multimedia que soy, yo mismo prepararía aplicaciones interactivas personalizadas, adaptadas a la diversidad de nuestros alumnos. Algo, sin duda, maravilloso, pedagógicamente hablando, y que soy capaz de hacer, precisamente, por mi formación especializa y por mi experiencia laboral previa. La reacción de estas dos personas, juraría que fue la misma, basándome en sus expresiones mal disimuladas. El hecho de destacar una fortaleza, muy adecuada y conveniente, para la labor de un maestro de nuestro tiempo, no puede ser nunca algo a penalizar. Aportaciones que en una entrevista de trabajo en la empresa privada me habrían dado un puesto de trabajo, aquí, probablemente se convirtieron en motivo de castigo, hasta el punto de no otorgarme ni siquiera un 5 que me habría dado la plaza. Una de las cosas que he aprendido en los últimos años es a interpretar las expresiones y gestos de mis interlocutores. Es algo que da la edad y difícilmente me equivoco. Podría ser con una persona, pero ¿con dos y además juntas? No lo creo. Como dicen, “la cara es el espejo del alma”, y percibí un rechazo por parte de estas dos personas a todo lo que pudiera decir o aportar. De las otras personas del tribunal, con dos de ellas sí que creo que conecté a lo largo de la defensa, aunque claramente no lo suficiente; y de la tercera, más seria y difícil de analizar, no me puedo pronunciar porque era más inexpresiva; algo, por otro lado totalmente respetable.

En fin, me gusta comprender siempre el porqué de las cosas y, si no lo veo a simple vista, me gusta analizar los problemas usando el sentido común, la lógica y la experiencia… Pero no hay nada tan complicado como las personas. Por supuesto, todo esto no deja de ser una conjetura, mi conjetura, ante una situación que se me hizo incomprensible y, no sé, a lo mejor es que realmente lo hice fatal y estoy perdiendo facultades, cuando pensaba que aún tenía margen para seguir mejorando, pero la única realidad es que he suspendido mí última oposición, que será literalmente la última para la que me prepare, aunque me tendré que seguir presentando cada dos años a cada nueva convocatoria. Lo tengo ya decidido, porque quiero aportar muchas cosas novedosas y positivas a esta profesión, aprovechando todo lo que sé y quiero saber. Esto requiere mucho trabajo y gran parte de mi tiempo libre. Y lo haré con gusto, pero la vida no me da para tanto. Afortunadamente, la nota final que he obtenido en esta convocatoria (4,9415) más los puntos que tengo en la fase de concurso, me debería sobrar para trabajar sin problemas los 10 cursos que me restan para la jubilación, sobre todo, teniendo en cuenta que cada dos años, coincidiendo con las sucesivas convocatorias, sumaré casi otro punto más por experiencia; al menos, mientras el sistema de oposición no cambie y la mejor nota siga sirviendo para 10 convocatorias. Me gusta encontrarle siempre el lado positivo a la adversidad, y ser interino, sobre todo según voy estando mejor posicionado en las listas, no es una mala opción. Al menos los 7 últimos cursos, calculo que podré incluso elegir el colegio en el que trabajar, entre aquellos que ya conozco y en los que he estado a gusto, teniendo la oportunidad de  reencontrarme siempre con excelentes compañeros y amigos, desempeñando, como decía, el trabajo más bonito, necesario e importante del mundo.

Un cordial saludo y perdonad por mi extenso e inevitablemente subjetivo desahogo.

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