Vivimos una época de falta de vocaciones, dónde muchas veces
prima el encontrar un trabajo, el que sea, por encima de todo, si llegar a él
resulta menos complicado que a otros objetivos meramente profesionales. Frente
a esto, hay montones de maestros entregados de verdad y de aspirantes a maestro
que, como yo, ya lo son, todavía sin serlo… Pasar una oposición, o conseguir
una simple entrevista de trabajo en un colegio privado o concertado, puede
convertirse en una tarea tremendamente complicada. Valores como la vocación,
temprana o tardía, el tener una importante experiencia de vida y
pluridisciplinar, o el haberse esforzado en el trabajo diario durante la
carrera para tener un buen expediente académico, quedan frecuentemente
supeditados a factores poco éticos que, como todos conocemos, no voy a enumerar
ahora.
Pero lo principal, lo más importante en un colegio o
instituto, son y han de ser sus alumnos. Formarlos de verdad, en conocimientos,
pero sobre todo en valores, debería ser la principal prioridad de cualquier
equipo directivo antes de contratar a quien puede ser una pieza clave en el prestigio y la
calidad de un colegio. Esto, lógicamente, requiere un pequeño mayor esfuerzo
inicial, al tener que leer detenidamente más currículums, antes de tirarlos
directamente a la papelera, presuponiendo demasiadas cosas en lugar de interesarse
por conocer a la “persona”. Hacer más entrevistas a aspirantes a maestro y
hacerlas sin ningún tipo de predisposición negativa y sin favoritismos, muchas
veces erróneamente establecidos, pueden marcar la diferencia entre la
mediocridad y la excelencia de un centro educativo.
En mi caso, como muchos otros maestros aspirantes a serlo,
considero que muchas de las cualidades y características personales que nos
llevaron en su día a emprender este sueño, tan bello como sacrificado y
sincero, deberían ser tenidas en cuenta en cualquier proceso selectivo. Las que
citaré a continuación son las que, de la forma más objetiva posible, considero
ideales y referente para cualquiera que quiera aspirar a ser maestro. Ninguno
cumpliremos todas, al menos al cien por cien, pero, personalmente, son las que
creo que tenemos que tener ahí, siempre, como objetivo a alcanzar. Dependiendo
de los casos, y de las potencialidades y personalidades de cada uno, puede que
unas se puedan contrarrestar con otras junto con trabajo y dedicación y, sin
duda, es fácil que me deje alguna en el tintero. Por ello, antes de comenzar,
invito desde aquí a que si alguien echa en falta cualquier aspecto, o quiere
matizar algo, no tiene más que añadirlo directamente como comentario, enriqueciendo
así una entrada que puede ser muy útil y positiva para todos.
1. Características y rasgos personales
Independientemente de su cualificación y preparación
profesional, el maestro debería acercarse a un perfil personal lejos del cual
difícilmente podrá llegar a ser un buen docente, especialmente cuando los
educandos van a ser niños.
Los rasgos y características que considero más importantes
en este perfil personal deseado, serían los siguientes, algunos de los cuales,
por su relación entre sí los incluyo agrupados:
Cordialidad y cercanía
En primer lugar y si nos planteamos el papel del maestro
incluso desde su primer encuentro con los que van a ser sus alumnos, éste ha de
ser Cordial, Cercano y lo más Simpático posible. No hay que olvidar que se va a
encontrar con niños “expectantes”, algunos hasta ligeramente asustados ante el
posible cambio de maestro, del que muchas veces no saben nada, en el nuevo curso
que van a comenzar.
El maestro tiene que conseguir con su trato que los niños no
tengan miedo a preguntarle y pedirle consejo cuando sea necesario. Si
descontamos las horas de sueño, en algunos casos, el niño va a pasar más tiempo
con el maestro que con sus padres, y a veces de forma mucho más intensa y
comunicativa. Dejando aparte la relación de enseñanza-aprendizaje que van a
tener y a la que haremos alusión cuando tratemos el perfil profesional del
maestro, es fundamental “romper el hielo” en la necesaria relación humana que
se va a establecer.
Entereza y autoridad
Sin desmerecer las anteriores características mencionadas y
en necesario equilibrio con ellas, quiero destacar la entereza y más aún la
autoridad que ha de saber tener el maestro, por muy dura que suene la palabra.
Especialmente, si las contraponemos con la Simpatía, el maestro ha de evitar
“pecar” de ésta en exceso, por la facilidad que tienen los niños para “perder
los papeles”.
El respeto que va a ser necesario en la educación global de
los niños, tiene que mantenerse siempre como referente por parte del docente, y
aunque éste habrá de ser mutuo, será el maestro, especialmente en los primeros
cursos, quién tendrá que establecer los límites en el aula; y, para ello tendrá que
saber mantenerse firme cuando sea necesario y cuando la distinción de su rol
corra peligro, por supuesto, siempre lejos de cualquier signo de violencia.
Paciencia
El maestro ha de ser paciente. Una de las bases de la
educación actual es que no hay dos niños iguales. Sus ritmos de trabajo, sus
comportamientos en clase y todos los factores externos que puedan afectar a su
aprendizaje, provocan lógicos desfases en las necesidades temporales de
aprendizaje de cada uno. Unos necesitarán más tiempo y otros menos para hacer
las tareas y comprender lo visto en clase. Tenemos que ser pacientes por igual,
tanto con los que terminan demasiado pronto y requieren algo más, como con los
que necesitan más tiempo y que les repitamos de nuevo cualquier explicación.
Nuestro apoyo ha de ser firme y constante y nunca tenemos que dar nada por
perdido ni mostrarles una falta de confianza hacia ellos.
Entusiasmo y entrega
Aun acercándonos mucho a un rasgo profesional, yo hablaría
aquí incluso de vocación. El maestro debe mostrar entusiasmo y entrega en su
trabajo diario porque su materia de trabajo es lo más sensible del mundo, los
niños, acreedores de todo el esfuerzo necesario por su parte. Si un maestro
tiene vocación, su profesión le entusiasmará y se entregará al máximo y, como
decía hace un momento, la paciencia no será algo que tenga que forzar
artificialmente, porque estará cumpliendo una función que le llena.
Al igual que debería ocurrir, por ejemplo, con los médicos,
y aunque por motivos distintos, los maestros no hacen un trabajo rutinario que
puedan desarrollar fríamente, sin humanidad y sin pasión, ni siquiera basta con
que el entusiasmo se sienta por dentro, porque es algo que tienen que
transmitir. Los alumnos, en este caso, deben ser conscientes en todo momento
de que se les está tomando en serio y de que el maestro no está, simplemente,
cumpliendo un horario y deseando terminar su “trabajo” para irse pronto a casa. Ni la sobresaturación de alumnos en las aulas, ni la falta de recursos humanos y materiales en
algunos colegios, por los recortes en educación de los últimos años, deberían ser excusa para ello.
Humildad
Antes hablaba de respeto y autoridad, y es evidente que se
van a dar momentos donde estos rasgos son muy necesarios, como ya hemos visto.
Pero al igual que contraponía dichos rasgos con la simpatía, para mantener un
equilibrio correcto, también hay que saber ser humildes cuando sea pertinente.
La humildad puede ser hasta positiva para mantener el
respeto y la autoridad, porque aumentará la confianza de los niños en su
maestro como referente en el aula, que también es humano y también se equivoca.
Son muchas las tareas y exámenes que tendrá que corregir, y
por su lógica cualidad humana, en ocasiones se producirán errores que habrá de
subsanar con humildad y rapidez. Es un valor muy importante que ha de
transmitir a sus alumnos también en su actitud cotidiana ante ellos. “Yo no soy
un ser superior a vosotros, y lo que digo no va a misa, sino que soy humano y
también me puedo confundir”. Los niños "más listos” (que no siempre tienen porqué serlo), siempre en pro de su formación,
necesitarán ejemplos y referentes constantes de este estilo para compensar
los desproporcionados elogios que podrían llegar a recibir en su entorno familiar.
Facilidad de comunicación
El maestro debe tener lo que coloquialmente se llama, “don
de palabra”. No hay que olvidar que en el proceso comunicativo que se establecerá
cada día en el aula, él desempeñará la mayor parte de las veces el papel de
“emisor”. Pero también será a menudo “receptor” y recibirá constantes
respuestas que, sobre todo en los primeros cursos de los niños, no siempre
estarán claras, a veces incluso serán tremendamente confusas, y él las debe
saber interpretar en la medida de lo posible para poderles corregir
positivamente.
Además, no hay que olvidar que sus alumnos no serán sus
únicos interlocutores. Se tendrá que comunicar periódicamente con sus padres,
tanto colectiva como individualmente, y deberá hacerlo con fluidez y propiedad,
porque esa misma seguridad y entusiasmo que debe transmitir a sus alumnos, la
debe mostrar, en mayor grado si cabe, cuando se comunique con sus progenitores,
que a veces podrían acudir “a la defensiva”, justificadamente o no, a las tutorías.
Igualmente, en las reuniones y participaciones en los equipos
docentes del colegio, tendrá que participar activamente, y éste será otro
“campo de batalla” donde tendrá que mostrar una adecuada fluidez verbal.
Creatividad y decisión
Son dos rasgos diferentes, pero he preferido comentarlos
juntos, porque de nada le sirve a un maestro ser creativo a la hora de
enfrentarse a situaciones de difícil solución o de hacer propuestas didácticas
interesantes, si no tiene la capacidad de decisión suficiente como para
llevarlas a cabo.
El maestro se va a encontrar a menudo con situaciones en las
que, con los recursos establecidos o habituales, no será capaz de encontrar
soluciones rápidas o eficaces. Es aquí donde su creatividad e imaginación va a
ser importante para “sacarse de la manga” propuestas de solución viables. Esta
creatividad también le resultará muy útil a la hora de hacer planteamientos
didácticos novedosos o interesantes, aunque en este caso estaríamos hablando de
la aplicación de la creatividad a su perfil profesional.
Pues bien, tanto en un caso como en otro, así como en
situaciones totalmente ajenas a la creatividad, ha de tener suficiente
capacidad de decisión para llevar a cabo sus propuestas. Esta capacidad le será
igualmente necesaria cuando tenga que solicitar medios o equipos necesarios y
disponibles para mejorar su trabajo.
Ser abierto y reflexivo
Al igual que es importante la creatividad cuando las buenas
ideas parten de él, no siempre va a ser así, sino que, por el contrario, el
maestro va a ser el receptor de ideas creativas, a veces aparentemente
disparatadas, pero no por ello y en todos los casos, faltas de interés. En estos
casos es importante que se muestre abierto y reflexivo para valorar la
viabilidad de las ideas propuestas antes de descartarlas de entrada.
De la misma forma, en su relación directa con sus alumnos,
muchas veces recibirá respuestas ambiguas, pero no del todo imprecisas, que
tendrá que saber valorar en función del contexto y la situación personal de los
niños. Es importante mencionar también que esa actitud, si hace bien su
trabajo, también la puede transmitir positivamente a sus alumnos a la hora de
que puedan utilizar “sus propias palabras” para responder a cuestiones que se
les planteen.
Lo mismo ocurre con su capacidad de reflexión. No va a tener
que imponer conceptos de difícil comprensión a sus alumnos “porque sí”, sino
que debería ser lo suficientemente reflexivo como para analizar y plantear las
cuestiones paso a paso y de forma lógica, para favorecer un aprendizaje eficaz
y duradero. Y debería saber transmitir a un tiempo, con el ejemplo, esa
capacidad reflexiva a sus alumnos.
Capacidad de trabajo
Hay que romper con el tópico de que el trabajo de maestro es
una tarea fácil. Nunca debería haberlo sido. Estamos, o deberíamos estar, lejos
del maestro que se sentaba o se sienta en la mesa a leer el periódico o, en su
versión moderna, a navegar o “naufragar” por internet, con temas personales o
ajenos a su función docente, mientras los niños hacen sus tareas, sin
preocuparse de las necesidades individuales de cada uno de ellos. Aún durante
las tareas individuales, a menudo requieren de nuestra observación y apoyo,
y eso no quiere decir que en un momento dado no podamos hacer simultáneamente
otras tareas que nuestro trabajo requiere, como el de buscar información o
datos para enriquecer una próxima explicación, corregir ejercicios, planificar
la siguiente clase, etc. pero, siempre, sin dejar de estar pendientes del todo de la
clase.
Aparte de esto, muchas veces, tendremos que trabajar en
casa, preparando clases y materiales o corrigiendo exámenes; ¿cuál es el problema? Se supone que nos gusta lo que hacemos y, mientras este trabajo "extra", no consuma de media más de una o dos horas al día, deberíamos disfrutar haciéndolo. Es más, al menos en España, el horario de trabajo de un maestro es de 37,5 horas semanales, de las que sólo 30 de ellas son de permanencia obligatoria en el centro. Las otras 7,5 horas, habitualmente, se supone que las deberíamos cumplir en nuestro propio domicilio. ¿Y quién lo controla? nadie más que nosotros mismos y nuestra propia responsabilidad.
Seguridad en sí mismo
Para terminar, se trata ésta de una característica también
necesaria y complementaria a algunas de las anteriores. Para tener capacidad de
decisión, el maestro tiene que tener seguridad en sí mismo, si no difícilmente
se va a atrever a tomar decisiones complejas. A la hora de tener que ejercer su autoridad y mostrar
entereza, esa seguridad en sí mismo también le facilitará las cosas.
En definitiva y como decía al principio, estos serían
algunos de los rasgos y características personales que debería tener el
maestro.
2. Características y rasgos profesionales
En este apartado, y como ya he mencionado, podrían tener
también cabida algunas de las características personales mencionadas, como el
ser reflexivo y la capacidad de comunicación,
características ambas que se pueden adquirir o mejorar con la formación
apropiada, en caso de que sea necesario, por su carácter fundamental en la
docencia.
Vamos a centrarnos, en cualquier caso, en comentar y
analizar aquí las características profesionales no comentadas anteriormente.
Buena preparación y disposición a la formación continua
Como decía en el anterior apartado, a la hora de
establecerse la comunicación entre el maestro y los alumnos, el primero iba a
desempeñar en la mayor parte de los casos el papel de “emisor”, pero es
evidente que para poder transmitir adecuadamente una información, como puede ser
el contenido de una materia, y para que la transmisión sea eficaz, el maestro
tiene que tener la formación adecuada, lo más completa posible sobre cada una
de las materias que tiene que impartir.
A lo largo de sus estudios de magisterio, habrá adquirido
muchos de esos conocimientos, tanto prácticos como teóricos, pero estos no
siempre serán suficientes. Además de una lógica y continua labor de
recordatorio para mantener frescos sus conocimientos, el maestro deberá tener
una adecuada predisposición a continuar formándose, prácticamente de forma
ininterrumpida. Con las materias habituales, en áreas como “Conocimiento del
medio”, los cambios son bastante habituales, pero además, en cuanto a
complementos educativos y uso de nuevas tecnologías en el proceso de
Enseñanza-aprendizaje, no cabe duda que la época que vivimos requiere un
esfuerzo permanente para estar al día.
Desde el manejo de aparatos electrónicos e informáticos,
hasta el conocimiento y control de diversos programas de software, que
evolucionan cada año, la formación continua ha de estar presente a lo largo de
toda la vida de un maestro.
Capacidad investigadora
En esa formación continua en que se debe implicar el
maestro, éste puede jugar un papel directo y protagonista en cuanto a su propia
capacidad investigadora. No todo el conocimiento, que le va a venir bien añadir
al que ya tiene, se lo van a dar “mascado”, sino que él mismo, con su propio
esfuerzo e investigación deberá tomar las riendas en un auto-aprendizaje
teórico y práctico que le ayudará a dinamizar y amenizar las clases.
Como he dicho repetidamente, algunos rasgos personales están
muy cercanos o vinculados a otros profesionales. En este caso, si un maestro es
creativo y tiene entusiasmo y entrega, su labor investigadora será mucho más
sencilla, y su predisposición a la misma puede ser permanente. La investigación
lleva tiempo y esfuerzo, y hay que tener también una capacidad de entrega y de
trabajo importantes para llevarla a cabo.
Habilidad manual
Esta característica, que también podríamos haber incluido
entre las personales, considero que tiene en esta categoría una mayor
relevancia. La destreza manual del profesor será necesaria en muchos momentos
en el aula.
Independientemente de que al maestro no se le vaya a formar
muy explícitamente en este sentido a lo largo de sus estudios de magisterio, lo
que está claro es que es un rasgo que se puede mejorar y/o aprender con la
práctica. La habilidad manual es mucho más importante para la formación integral
de los niños de lo que se pueda suponer. En el futuro, estos niños necesitarán
este tipo de destreza para muchas carreras o profesiones; desde médicos
cirujanos, arquitectos, restauradores de arte, artistas o investigadores, hasta
artesanos o mecánicos en todas sus especialidades.
Considero que, aunque no es imprescindible que el maestro
sea un “artista”, sí es necesario que tenga un nivel mínimo y suficiente de
destreza para ayudar y formar adecuadamente a los niños en sus diversas
manualidades, dibujos, troquelados, recortables, modelados, etc. Si, además, esta habilidad va acompañada de sensibilidad
artística, mejor que mejor.
Capacidad de organización y planificación
Estamos ante otro rasgo fundamental. Desde el punto de vista
de lo que hay que transmitir a los alumnos, el orden y la organización es algo
que también se puede educar desde el aula, aunque sea un tema en el que la
educación paterna, en el propio hogar de los niños, sea más eficaz. Pero, ante
todo, estas características son imprescindibles para la labor docente diaria de
los maestros en el aula.
El maestro va a tener que pasar de una materia a otra varias
veces a lo largo de una jornada, y lo tiene que hacer de forma organizada. Y no
estoy hablando sólo del horario, que es algo bastante fácil de llevar y
asimilar por los niños, sino de las adecuadas transiciones, y a veces
relaciones, entre contenidos. A una determinada actividad de conocimiento del
medio, con una lectura sobre un tema interesante, se le puede sacar mucho
partido también desde el punto de vista del lenguaje, haciendo ver a los niños
la importancia práctica de dicha relación, justificando así la conveniencia de
una enseñanza globalizada en educación primaria.
Y por supuesto, la planificación de las diversas
actividades, así como la organización de las unidades didácticas, serán labores
tan importantes como habituales en la clase, como para que el maestro ponga en
ellas todo su empeño y conocimiento.
Observador-orientador
Vinculo también estos dos rasgos porque uno ha de llevar
necesariamente al otro. El maestro va a tener que estar preparado para facilitar
la comunicación interpersonal, tanto la suya propia con los alumnos, como la de
los alumnos entre sí. Pero se van a dar muchas situaciones y casos donde esto
no será precisamente sencillo.
Las personalidades de los niños van a ser dispares. Va a haber
casos obvios en los que el maestro vea claramente su necesidad de intervenir y
aplicar sus habilidades orientadoras y de consejo, que contribuyan a mejorar el
clima en el aula para que el proceso de enseñanza- aprendizaje fluya con
normalidad, y con vistas también a una completa formación individual y social
de los alumnos. Pero va a haber muchos términos medios, casos que no serán tan
fáciles de detectar y que perfectamente podrían pasar desapercibidos, con los
consecuentes problemas a nivel formativo para los niños afectados. Y es aquí
donde el maestro va a tener que saber observar y ser perspicaz. Ha de ser, sin
duda, un gran observador para evitar que "se le escapen" este tipo de
situaciones.
Capacidad de evaluación
Va a ser ésta la que más le comprometa. El trabajo se ha
hecho o se va haciendo cada día y toca evaluar los contenidos, y ha de tener un
margen importante entre la objetividad y su contacto y cercanía con los
alumnos.
La evaluación no tiene que pecar ni de ser muy rígida ni muy
blanda; ha de ser eficaz. El niño ha de saber cuándo lo ha hecho mal, pero hay
que saberle motivar para buscar su mejoría, y no frustrarle en exceso mientras
haya margen de corrección. También nos encontramos con un problema en el caso
contrario: niños, a los que se les va pasando de curso “por lástima” y llegan a la E.S.O.
rozando el analfabetismo. Es cierto que en este tipo de situaciones más
extremas entran diversidad de factores, sobre todo cuando el docente se
encuentra con el problema en el último curso, cuando el margen de maniobra es
prácticamente nulo; pero el maestro ha de intentar imponer su criterio evaluador
en la medida de lo posible.
Motivador
Antes hablaba de que hay que saber motivar a los niños,
especialmente si sus resultados académicos no son buenos. Estamos ante otro
rasgo, cuando se posee, que da muestras de buena profesionalidad por parte de
los maestros. Lo considero tan importante o más que cualquiera de los
anteriores. El maestro no se debe limitar a evaluar y “dar batallas por
perdidas”, sino que se debe esforzar al máximo y jugar todas sus bazas para
intentar motivar a sus alumnos y levantar la seguridad en sí mismos.
La observación, mencionada atrás, también tiene mucho que
ver en este sentido, pues es preferible no tener que esperar a la evaluación
para detectar cuándo una posible sobre-motivación va a ser necesaria, y para
ello hay que saber observar y detectar.
Pero esta motivación, no hay que reservarla para los
momentos o situaciones de “crisis”. La motivación, al igual que la evaluación
ha de ser continua. El maestro debe buscar los argumentos necesarios para que
los niños vayan motivados todos los días a clase, y tal vez sea éste su mayor
reto.
Responsabilidad
Para terminar, hay que destacar este rasgo, tanto personal
como profesional que un maestro debe tener. La responsabilidad no es
precisamente un rasgo exclusivo que deba tener el maestro, sino que debería ser
común a la totalidad de la vida, en lo personal, y a la totalidad de las
profesiones. Pero vuelvo a mencionar algo de lo que hablaba al principio, y es
que el maestro trabaja con niños, y si la responsabilidad es siempre
importante, en este caso mucho más.
En resumen, un maestro responsable sabrá que tiene que ser
puntual, paciente, se entusiasmará con su trabajo, se formará continuamente, se
preocupará constantemente de motivar a sus alumnos y de evaluarlos con la
cabeza y con el corazón, buscando siempre lo mejor para ellos y su futuro.
Un cordial saludo.
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