A estas alturas de la vida, muchas veces tengo la sensación
de haber tenido, no una, sino varias y diferentes vidas encadenadas y
complementadas, una detrás de otra. Afortunadamente, pienso que todo lo
experimentado y vivido ha de resultar positivo, no sólo para mí, sino sobretodo para mis alumnos, en esta
apasionante aventura de intentar, siempre intentar, llegar a ser un día un buen
maestro. Indudablemente, una de mis facetas más queridas, y la que me ha
acompañado y me acompaña durante más tiempo, es la de artista y creador. Y es
desde este rol, desde el que quiero hablar hoy en este blog de un pequeño-gran
descubrimiento que me ha vuelto a dar un motivo de satisfacción.
Todo empezó allá por el año 2007, cuando pinté mi última
colección de pintura: “El Arte Ignorado”. En este mismo blog, podéis ver un
enlace a la página web con toda la información sobre dicha colección y las
exposiciones que hice con ella en Vitoria y en Madrid. A modo de resumen, se
trataba, entre otras cosas, de invertir los roles entre el cuadro y el
espectador; entre lo observado y quién observa. Así pues, mediante una supuesta
instantánea captada por el cuadro, los espectadores pasaban a ser los
protagonistas de la obra, a través de sus siluetas… Me pareció una bella e interesante idea que,
en el mismo año 2007, tuvo el reconocimiento del “74 Salón de Otoño de Madrid”,
dónde me seleccionaron una de las obras. El mismo Salón de Otoño, por el que en
su día pasaron muchos de los mejores pintores españoles del siglo XX.
Estéticamente, sé que no es probablemente mi colección más espectacular, pero a
nivel conceptual, por lo que quise transmitir con ella, si que creo que lo es,
y quizá la que más podría haber trascendido de haber tenido acceso a los
circuitos apropiados. Pero esa es otra historia...
En todo caso, el orgullo y la satisfacción por lo hecho, y
por todo el proceso de creación de aquella idea, no me lo puede quitar nadie.
Para más inri, y aunque todas las fotos de espectadores de cuadros (de los que
sólo me quedé con sus siluetas), podrían haber estado tomadas en cualquier
museo, lo cierto es que las hice en su totalidad en una de las mejores
pinacotecas del mundo; para mí la mejor, como es nuestro Museo del Prado. Pues
bien, hace unos días, mi hermana, siempre atenta a mi obra y todo lo que la
rodea, me mandó para mi sorpresa un
enlace de una APP del propio museo del Prado (Photo Prado), en la que la esencia de aquella
misma idea, de hace ya ocho años,
quedaba plasmada en pequeñas fotos de recuerdo de los visitantes, junto a sus
cuadros favoritos del museo.
Probablemente se trata sólo de una casualidad, y no soy yo
quien vaya a dudar de ello, pero, sin duda, me ha parecido suficientemente
interesante y significativo compartir este “descubrimiento” y mis reflexiones en
mi blog. Es más, en el peor de los casos (con permiso de José Mota :-) “que ya sé
que no, ¿pero y si sí?” ¿No sería para mí otro motivo de orgullo que me hubiera
plagiado conscientemente el mismo Museo del Prado? (que ya sé que no, ¿pero y si sí? :-)
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