¿Para qué sirven?
Fundamentalmente, se trata de evitar que el verano suponga
un parón absoluto en la actividad intelectual de los niños. Independientemente de sus resultados
académicos, al terminar el curso, los alumnos necesitan un descanso y disponer
de un tiempo de ocio que les permita hacer y disfrutar otro tipo de actividades
y juegos, que no han podido disfrutar durante el curso; o, al menos, que no han
disfrutado con la misma intensidad. Pero el día da para mucho, y todo es
compatible con una o dos horas de “trabajo”, para repasar muchos de los
conceptos importantes que han visto en el curso pasado, y preparar así la
próxima toma de contacto con los contenidos y conceptos del curso siguiente.
El libro de vacaciones nos facilita esa tarea, pues
prácticamente todas las editoriales conocidas
ofrecen hoy día unas propuestas excelentes, motivadoras y, por lo
general, nada pesadas para seguir y planificar el trabajo diario de nuestros
hijos y alumnos. Por ello, es importante que los ojeemos previamente; que
veamos si tratan de manera apropiada las materias que más dificultades les han
presentado, y que incluyan de forma intercalada actividades divertidas y
motivadoras, que ayuden a no percibir los libros como “algo pesado diseñado
para fastidiarles las vacaciones”.
¿Cómo utilizarlos?
Como maestros, lo ideal sería poder echar un vistazo a
algunos de ellos, nada más terminar el curso, para recomendar los más adecuados
a nuestros alumnos. Por otro lado, los libros elegidos no tienen porqué ser los
mismos para todos, en función de las necesidades particulares de cada uno de
ellos. En este sentido, hay maestros que pueden no ser partidarios de este tipo
de libros, y prefieran personalizar el material y actividades a trabajar por
algunos de sus alumnos durante el verano. Todo es respetable, si se argumenta
apropiadamente y se ofrecen alternativas diferentes a “que hagan lo que
quieran”, que podría servir para algunos pero nunca para la mayoría de los
niños.
Como padres, podríamos pedir consejo a los maestros, si no
nos lo han dado ellos previamente, y tomarlo
en consideración junto con el criterio que nosotros mismos tenemos sobre
nuestros hijos y sus necesidades. Al final la decisión será nuestra, porque
somos o deberíamos ser los que mejor les conocemos.
Dicho esto, en cuanto a su utilización, lo ideal es
adquirirlos al principio del verano y planificar bien el tiempo de trabajo con
ellos. Partiendo de una ausencia del domicilio de unas dos o tres semanas,
durante las cuales podría ser suficiente con meter en la maleta uno o dos
buenos libros de cuentos, novelas, poesía, etc., unos para ellos y otros para nosotros, con la intención de
fomentarles el importante hábito de la lectura, el resto del tiempo, ya en
casa, normalmente con una hora diaria debería ser suficiente. Eso sí, es
importante que fijemos con ellos cuál va a ser el tiempo diario de trabajo y
dónde lo vamos a situar, por la mañana o por la tarde, en función de sus otras
actividades, intentando respetarlo, de lunes a viernes, lo máximo posible.
¿Hay alternativas?
Por supuesto que hay alternativas. Siempre, como he dicho, la solución perfecta
sería preparar un material personalizado para cada uno, pero esto requiere de un
gran trabajo en equipo entre el maestro y los padres de los alumnos, y no es
una tarea fácil, pues en función de la diversidad del grupo, su extrema complicación
puede hacer que la mejor opción sea recurrir a uno de los estupendos libros que
ofrecen las editoriales. En el caso de contar con ese material personalizado
aportado o propuesto por el maestro, la tarea de control y seguimiento por
parte de los padres requerirá, por lo general, de un mayor esfuerzo que en el
caso de los libros de vacaciones, pero tampoco será algo que no podamos abordar
con éxito y satisfacción, tratándose de la educación de nuestros hijos.
Por otro lado, independientemente de que hayamos elegido un
buen libro de vacaciones, podría ser necesario algún material o actividad
complementaria para reforzar aquella materia o materias en las que los niños
presenten más problemas. En todo caso, en mi opinión, aún en esta situación,
deberíamos procurar que el tiempo diario total dedicado al “estudio” o trabajo
con el libro de vacaciones, no excediera de dos horas. Si conseguimos esto, y
los niños aprenden a valorar y administrar su tiempo libre durante el verano,
con un pequeño “sacrificio”, que puede apenas serlo, conseguiremos que acaben
el verano satisfechos y felices, sin haber dejado de divertirse, y
perfectamente preparados e ilusionados cuando llegue el comienzo del nuevo
curso escolar.
hola:
ResponderEliminarhe conocido su blog, y me parece mu bueno e interesante. Gracias por su tiempo, trabajo y esfuerzo. Ya tiene un nuevo lector, desde Madrid
Juan Seoane
Hola Juan, para mí es un placer saber que mis artículos puedan resultar interesantes para los lectores, y eso me da ánimo para continuar trabajando en el blog cada semana.
ResponderEliminarUn cordial saludo y Bienvenido.