Mucho más que una palabra
Si repasamos nuestra historia, la de todos, no sólo la de
los que tenemos aquí nuestros orígenes, sino la de aquellos con los que convivimos en
nuestros barrios y pueblos día a día, con procedencias, culturas y creencias
religiosas diferentes, nos damos cuenta de la verdadera importancia de la palabra
“Paz”, fundamentalmente por contraposición a la triste palabra responsable de
su ausencia: la “guerra”. Esta maldita palabra, que nunca merecería ser escrita en
mayúsculas, es sin embargo así como ha aparecido y aparece siempre en los
titulares de la prensa, desde aquellos primeros periódicos que hubieran leído los mismísimos Pedro
Picapiedra y Pablo Mármol.
Ficción aparte, antes de que aparecieran los primeros
periódicos en el siglo XVII, la guerra ha sido uno de los temas más recurrentes en
la Historia de la Pintura o de la Literatura y, cuando la Paz ha tomado
protagonismo, ha sido casi siempre para plasmar el final de algún
acontecimiento bélico y no para reflejar una situación que, lamentablemente,
nunca ha sido la normalidad. Desde los primeros tiempos de la humanidad hasta
nuestros días, siempre ha habido guerras, de forma casi constante en algunas
zonas e intermitente en otras; ni un solo día en el que haya habido Paz al
mismo tiempo en todo el mundo, ni uno… Por eso, su eterna ausencia ha de llamar
necesariamente nuestra atención como educadores.
Pero la auténtica trascendencia de la palabra “Paz” no ha de
estar sólo en el anhelado final de los conflictos armados que hoy conocemos
desde lejos, sino en su aplicación en nuestro día a día, en la educación que maestros
y padres tenemos que dar a todos los niños del mundo para que, cuando crezcan y
se hagan adultos, nunca vean en la guerra ni siquiera una alternativa posible. Los
valores de tolerancia, comprensión, respeto y solidaridad que inculcamos constantemente a nuestros hijos y alumnos han de tener esa finalidad principal, superando
los posibles inconvenientes y aprovechando las múltiples ventajas que la
multiculturalidad ha traído a nuestras escuelas.
Actividades para un gran día
Son muchas las actividades que podemos trabajar para
celebrar un día tan importante como éste: redacciones, dibujos y pinturas…
pero, sobre todo, juegos y murales hechos en grupo o, incluso, entre toda la
clase, codo con codo, trabajado en equipo e ilusionados con un mismo objetivo, deseado
y buscado por todos, serán las recomendadas para ocupar la mayor parte de la
jornada.
Pero el hecho de que, por razones obvias, anteponga las
actividades grupales y más colaborativas a las redacciones y a los dibujos
individuales no quiere decir que éstas últimas no sean igualmente necesarias.
La expresión individual sobre lo que la Paz representa para ellos, mediante la
palabra escrita o las pinceladas y trazos en un soporte, es fundamental como
auto-reflexión y acercamiento personal a un sentimiento tan importante como
éste y puede servir, a un tiempo, como preparación o epílogo para las
actividades de grupo.
Curiosamente, no tenemos que olvidar que estamos tratando
con niños que, especialmente los más pequeños, están en una fase de su vida en
la que tienen casi todo por aprender y, como sabemos por experiencia, no es
extraño que durante estas actividades y juegos de equipo surjan pequeños o
grandes conflictos. Estos pequeños y lógicos inconvenientes los podemos, sin
embargo, aprovechar como situaciones ejemplificadoras para reforzar todos los
valores que implica la Paz, insistiendo ante los problemas surgidos en las
actitudes y comportamientos que queremos evitar. Sin duda alguna, los niños
aprenden mucho mejor a no “tropezar”, si han “tropezado” previamente y han
visto o sufrido las consecuencias de ello…
Con respecto a los juegos, poco hay que decir, pues casi podría
servir cualquier juego de grupo en el que los alumnos tengan que compartir un
espacio y unas normas de participación y respeto por el otro. En
cuanto a las posibles recomendaciones para la elaboración de los murales, simplemente
las reduciría a la organización de los grupos, dependiendo siempre del tamaño
del trabajo final, que puede ser desde una cartulina de 50 x 70 cm. hasta un
enorme pliego de papel de embalar. Y lo mismo podríamos decir para la técnica y
los materiales a emplear, donde también podemos jugar con un alto grado de
libertad: desde fotografías y dibujos pegados hasta textos y pinturas aplicadas
directamente sobre el soporte. Por último, aprovecho una vez más para insistir en la
importancia de incentivar la creatividad de los niños al máximo en este tipo de
actividades, dándoles siempre la oportunidad de equivocarse y solucionar ellos
mismos los problemas que se les planteen.
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