viernes, 17 de agosto de 2012

Las actividades extra-escolares - 2

En la entrada de la semana pasada hablé sobre la necesidad de las actividades extra-escolares y de la importancia que tienen en el desarrollo de nuestros hijos. No se trata simplemente de llenar su tiempo para que estén ocupados o, peor aún, para que “nos dejen en paz”. Lamentablemente esto es lo que algunos “padres” tienen en la cabeza, y suele ser objeto de chistes varios entre los adultos. Está claro que, cuando los niños están felices ocupando su tiempo en alguna actividad enriquecedora, sus padres pueden aprovechar para hacer otras actividades, pero esto último no debería ser la finalidad principal.

¿Qué actividades son las más adecuadas para nuestros hijos y cómo elegirlas?

No hay una fórmula única. Las posibilidades, al igual que la diversidad de personalidades, actitudes y aptitudes de los niños, son prácticamente infinitas. Por ello, como decía anteriormente, no hay que elegir nunca a la ligera y de forma precipitada pensando más en nuestros propios intereses o aficiones que en ellos mismos. Hay que conocerles, hablar con ellos, realizar actividades juntos, participar en sus juegos y, sobre todo, observarlos para que nadie nos tenga que contar en qué son o pueden ser buenos nuestros hijos o, simplemente, qué puede resultar más apropiado para ellos. Tampoco es éste el marco adecuado para abordar todas las variantes imaginables, y me voy a limitar aquí a una situación general que pueda servir para la mayor parte de los niños.

En primer lugar, la recomendación general que hago es, siempre que sea posible, elegir una actividad cultural y otra deportiva, repartidas a lo largo de la semana. Esto no debería ser incompatible con cualquier hipotética actividad de refuerzo que los niños necesitaran en alguna de las materias, y les ayudaría a estar más motivados.

Las actividades físicas o deportivas

Carmen, 3ª en la II Carrera Popular de Tetuán, junto a dos compañeras del club.Para empezar, algo muy a tener en cuenta, no sólo en las actividades deportivas, sino también en las culturales, es la lógica limitación de edad para poder realizar algunas de ellas. Por ejemplo, me consta que uno de los mejores clubs donde practicar atletismo en Madrid, es la Agrupación Deportiva Marathon, con sus Escuelas de atletismo para niños de 6 a 16 años, por lo que si ésta fuera la mejor opción para un niño, habría que esperar a que cumpliera dicha edad. Esto mismo, nos puede suceder en muchas otras actividades, pero siempre encontraremos alternativas, como las actividades extra-escolares que se suelen ofrecer en los propios colegios, y que vienen muy bien para ir tanteando sobre sus gustos y cualidades. En el mismo sentido, otra opción apropiada para los niños de todas las edades es la natación y, hagan lo que hagan posteriormente, siempre será divertido para ellos y muy bueno para su desarrollo.

A lo mejor resulta que, después de tres años yendo a la piscina, vemos que ni va con ganas, ni se lo pasa bien, ni tiene intención alguna o expectativa de emular a Michael Phelps… ni a la Sirenita… Lo normal entonces sería probar con otras opciones. Es muy importante que, al menos de vez en cuando, tengamos la oportunidad de observar a nuestros hijos durante las actividades, no vaya a ser que nuestra percepción o la suya esté alterada por otro tipo de factores. Por ejemplo, un niño puede tener unas cualidades buenísimas para el Kárate, pero al mismo tiempo puede tener miedo a ir a clase porque uno o más compañeros se metan con él. Por el mismo motivo, siempre es necesario hablar periódicamente con sus monitores para detectar cualquier tipo de problemas antes de que sea tarde. Los niños, potencialmente, son como trozos de barro con los que se puede modelar casi cualquier cosa, pero a veces basta una mala experiencia inicial en algo para que lo descarten definitivamente.

Cuando nos encontremos en una situación como la anterior, tendremos que decidir lo que consideremos mejor para ellos, porque lo que nunca podemos hacer es forzarles a que algo voluntario y positivo se convierta en todo lo contrario; en algo tan traumático y desmotivador que les afecte negativamente incluso en su rendimiento escolar. Solucionar los problemas con sus compañeros, cambiarles a otro lugar donde puedan realizar la actividad, o buscarles otra alternativa en la que pensemos que también se lo pueden pasar bien y continuar con su evolución y aprendizaje, son algunas de las posibilidades que tendremos que barajar.

Elegir un buen club o escuela deportiva

Llega un momento en que si nuestros hijos se empiezan a entusiasmar con un deporte determinado, nos tenemos que empezar a plantear el pequeño salto de pasarles a un buen club o escuela, donde puedan practicarlo en mejores condiciones. A partir de cierta edad, se podrán incluso federar y participar en competiciones oficiales. Si viven su deporte y son felices con él, lo podrán compaginar sin problemas con sus estudios y, especialmente cuando se acerquen a la adolescencia, evitarán o reducirán peligrosos “tiempos muertos” que no siempre se llenan de la mejor manera posible. Además, la motivación en el deporte les ayudará igualmente a reforzar su autoestima y a seguir creciendo como personas, y tendrán otro importante núcleo de compañeros y amigos, junto con el escolar, con los que compartirán valores e inquietudes.

Escuelas de Atletismo A.D. Marathon Lo realmente importante en este tipo de clubs es que les presenten un deporte de forma divertida, como si de un juego se tratara, sin olvidarse nunca de que son niños y están en pleno desarrollo. Es fundamental que nos aseguremos de que se les cuida y se les motiva adecuadamente, evitando más esfuerzos de los necesarios, pero enseñándoles a un tiempo a competir y a amar su deporte. Esto lo hacen muy buen algunos clubs deportivos, como la A.D. Marathon, que mencione anteriormente, y a la que invito a conocer desde aquí, a todos aquellos interesados en el Atletismo.

En la próxima entrada, veremos como muchas de las premisas que aquí he mencionado van a ser igualmente válidas para las actividades culturales, sin desmerecer nunca a unas frente a las otras, como suele ser tan habitual en uno y otro sentido.

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